domingo, 15 de abril de 2012

El fenix

   Tiempo atrás existió un ser de una belleza inimaginable, su resplandor solo era comparable a los amaneceres que acompañaban los primeros rayos de sol con ese dulce aroma que acompañaba el amargo despertar de los comienzos, y su grandeza solo superada por el brillo de una luna que hacía aún mas espectacular su fogosa existencia, una criatura sin par, una esencia de libertad seguida de un desasosiego no del todo desagradable. Hubo una vez en que ese maravilloso ser narraba sus historias con ímpetu y excitación, con una prosa inquietante, y una labia que aturdía todos tus sentidos.
   Tuvo una historia si... una llama que apasionaba al mas excéntrico de los oyentes, aunque para muchos era tan solo otro personaje extraño en un mundo que no comprendía la magnitud de su presencia, un sueño lleno de infortunios, y así comenzó a descender de su majestuoso vuelo. Luchó y sobrevivió a difíciles obstáculos en el camino, y se mantuvo siempre en pie ante las adversidades. Se sentía orgulloso del fuego que lo envolvía, y era consciente de su ego, mas jamás buscó la gratitud de nadie, ni el perdón por los pecados que acarreaba sobre el calor de su piel. Pensamientos extraños comenzaron a rondar en su mente, los signos de debilidad eran cada vez mas notables, y sus llamas comenzaban a descontrolarse y a calcinar todo lo que se acercaba a el, y en el nido de la soledad,fue consumiéndose lentamente.
   En ese profundo exilio, se derrumbó y fue atrapado por la oscuridad, y comenzó a extinguirse su hermoso resplandor. Ya pálido y abatido, poca esperanza quedaba, los mas cercanos aun merodeaban su lecho de embriaguez tratando de avivar la esencia que le hacia especial, solo un pequeño numero de almas se acercaban a prestar ayuda al animal herido, pero la autodestrucción era inminente, ya nadie era capaz de mantener al ave en vuelo, y desterrado de su propio sueño, la realidad se convirtió en desgracia. Y así enterrado en sus propias cenizas, plegó sus alas para un coma del que no había esperanza de volver.
   Una mañana sin previo aviso, un anciano llegó a su puerta, pero sin respuesta a la llamada, el hombre intrigado por el misterio que aguardaba la morada, entró sin preguntar. En aquel lugar no había mas que cenizas, y revolviendo entre los escombros de los recuerdos, encontró lo poco quedaba del que antaño fue la más hermosa de las existencias, intentó despertarlo si... pero sin ningún resultado, y el curioso forastero, tomó asiento a su lado, sin importarle lo venidero, porque al fin y al cabo, no buscaba victoria alguna, sino el hecho de acompañar la esencia del humo que desprendían los restos de dolor, con un pasado agrio.
   Ya en posición, sentado frente al moribundo, se dispuso a narrarle su propia historia sin temor, sin rubor y sin complejo alguno, nada mas que la verdad y el sincero relato de los demonios que una vez también atraparon su carisma entre grises nubes de tristeza. Pasaron días y semanas, crónicas largas y exasperantes sin respuesta alguna del espectador, el viejo visitante estaba cansado y casi sin aliento, podría decirse incluso que empezó a perder la cabeza entre esas cuatro paredes entre la sombra. Un día sin verlo venir, un cúmulo de polvo comenzó a rondar en el aire, pequeñas partículas que flotaban sin rumbo, que hicieron que el anciano sufriera un leve escalofrío de sorpresa. Algo se movía entre las cenizas, y unas pequeñas ascuas empezaron a surgir de aquel montón de desperdicios, el desconocido huésped lo cogió en sus brazos y comenzó a susurrarle. Poco a poco de entre cenizas y brasas el fenix se dispuso a ponerse en pie débilmente, exhausto, confundido y somnoliento, miro al desconocido anciano, y con una desgarrada y pobre voz solo dijo... "gracias". Y le rogó que siguiera narrando sus historias, sus penas y alegrías, pues aun entrado en estado de inconsciencia, había seguido y sentido en sus carnes cada paso de sus andanzas.
   Y así junto a aquel compañero, el esplendoroso ave alzó el vuelo una vez mas, resurgiendo de sus cenizas, aún con mas energía y con un afán de libertad que jamás había experimentado antes. Pues la vida no es más que eso... no es la búsqueda de la felicidad, o el lamento de las penas pasadas, son historias que se contaron, y que volverán a recordarse, pero la vida es ese momento en el que suceden, la vida son momentos, sin momentos no hay historias que contar, sin pensar en lo que fue o lo que vendrá, lo importante es vivir como si ese momento fuera el primero y el último, y cuando acabe, otros momentos vendrán, y deberás afrontarlos de la misma manera, y hacer de ellos tu existencia, porque hoy ya existió ayer, y mañana será hoy... aunque nunca llegará. 

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