martes, 25 de abril de 2017

La buena mala vida

Hoy fluye en mis venas, marchita mi alma, un dulce sabor amargo, una simpatía cercana que mi ser no termina de comprender. Me hayo solitario en la penumbra, cuanto más me acerco a la luz, más amplia es mi sombra, que con sonrisa pícara aguarda el destello de mi perdición. Cuan ambiguo, cuan compleja la vida del bohemio, autodestructivo, siempre en busca de la aventura, de la nueva experiencia que haga de su ser un ente aún más inquebrantable. Me ronda en la cabeza últimamente, tras probar el brebaje prohibido, tras navegar en mares tempestuosos, la perversión se convierte en la compañera más fiel. Quien no ansía esa libertad, esa sensación de pureza que abraza el alma del narrador, y que desde sus entrañas hace resucitar a los fantasmas más temidos, pero a la vez a los deseos más fervientes. Así es querido amigo, la buena mala vida la llaman, ese ave que destaca entre la multitud presente, majestuosidad sin par, de belleza innombrable, ¿quién no ha soñado con volar? y con crear de los sueños una fantasía utópica. Es ese afán de superación, es esa agonía, y esa sensación de adrenalina cuando las cosas no van como esperabas, y te pierdes entre nubes de algodón húmedo, y te dejas llevar, y sabes que no es la estabilidad a la que esta sociedad te ha enseñado a obedecer, pero te gusta, oh dios mío quien niegue el placer de la desdicha, el manjar de una odisea sin final concreto, una pasión inalcanzable para tantos, temores constantes de una población estancada en el olvido. Y aun así, quedamos un puñado de piratas, que gozan de la felicidad de ser joven en espíritu, aquellos gladiadores, que orgullosos al saludar al Cesar pronunciaban aquella famosa frase, “Ave Caesar morituri te salutant”, aquellos que van a morir te saludan, sin más amparo que el propio aliento, el latido de un corazón que se desvanece a cada segundo que pasa, pero que cada segundo merece la pena, cada latido sufrido, ese dolor placentero, esa mañana siguiente donde no sabes siquiera si crees en lo que alberga la sabiduría del mundo que te rodea, cuando las lágrimas ya no tienen color, y esa sonrisa abarca tu rostro, y todo se transforma en un abanico de sentimientos, es entonces cuando te das cuenta de que solo merece la pena el momento en el que disfrutas, sin juzgar, sin expectativas, sin observar siquiera el entorno, eres tú y solo tú, contra el viento y la brisa del despertar, cierra los ojos y déjate llevar, deja que te guie, y ven conmigo en esta travesía de locos, locos de atar, sin rumbo, sin razón, sin lugar para esa lógica universal a la que tantos acuden, cógeme de la mano, amemos juntos, hagamos el amor durante días, practiquemos sexo desenfrenado con ángeles y demonios, perdamos la cabeza, y disfrutemos de la libertad, y del placer, de poder contar historias, que todos tuvimos, y que otros tendrán, y que por siempre jamás existirán, y que todos en su ser anhelaran… la buena mala vida.