Hoy
fluye en mis venas, marchita mi alma, un dulce sabor amargo, una simpatía
cercana que mi ser no termina de comprender. Me hayo solitario en la penumbra,
cuanto más me acerco a la luz, más amplia es mi sombra, que con sonrisa pícara
aguarda el destello de mi perdición. Cuan ambiguo, cuan compleja la vida del
bohemio, autodestructivo, siempre en busca de la aventura, de la nueva
experiencia que haga de su ser un ente aún más inquebrantable. Me ronda en la
cabeza últimamente, tras probar el brebaje prohibido, tras navegar en mares
tempestuosos, la perversión se convierte en la compañera más fiel. Quien no
ansía esa libertad, esa sensación de pureza que abraza el alma del narrador, y
que desde sus entrañas hace resucitar a los fantasmas más temidos, pero a la
vez a los deseos más fervientes. Así es querido amigo, la buena mala vida la
llaman, ese ave que destaca entre la multitud presente, majestuosidad sin par, de
belleza innombrable, ¿quién no ha soñado con volar? y con crear de los sueños
una fantasía utópica. Es ese afán de superación, es esa agonía, y esa sensación
de adrenalina cuando las cosas no van como esperabas, y te pierdes entre nubes
de algodón húmedo, y te dejas llevar, y sabes que no es la estabilidad a la que
esta sociedad te ha enseñado a obedecer, pero te gusta, oh dios mío quien
niegue el placer de la desdicha, el manjar de una odisea sin final concreto,
una pasión inalcanzable para tantos, temores constantes de una población
estancada en el olvido. Y aun así, quedamos un puñado de piratas, que gozan de
la felicidad de ser joven en espíritu, aquellos gladiadores, que orgullosos al
saludar al Cesar pronunciaban aquella famosa frase, “Ave Caesar morituri te
salutant”, aquellos que van a morir te saludan, sin más amparo que el propio
aliento, el latido de un corazón que se desvanece a cada segundo que pasa, pero
que cada segundo merece la pena, cada latido sufrido, ese dolor placentero, esa
mañana siguiente donde no sabes siquiera si crees en lo que alberga la
sabiduría del mundo que te rodea, cuando las lágrimas ya no tienen color, y esa
sonrisa abarca tu rostro, y todo se transforma en un abanico de sentimientos,
es entonces cuando te das cuenta de que solo merece la pena el momento en el
que disfrutas, sin juzgar, sin expectativas, sin observar siquiera el entorno,
eres tú y solo tú, contra el viento y la brisa del despertar, cierra los ojos y
déjate llevar, deja que te guie, y ven conmigo en esta travesía de locos, locos
de atar, sin rumbo, sin razón, sin lugar para esa lógica universal a la que
tantos acuden, cógeme de la mano, amemos juntos, hagamos el amor durante días,
practiquemos sexo desenfrenado con ángeles y demonios, perdamos la cabeza, y
disfrutemos de la libertad, y del placer, de poder contar historias, que todos
tuvimos, y que otros tendrán, y que por siempre jamás existirán, y que todos en
su ser anhelaran… la buena mala vida.
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