martes, 28 de diciembre de 2010

La rosa azabache

   Floreció temprano, y efímera fue su pureza, pues no demoró en marchitar, apasionado era su intenso carmín  digno de la más tierna inocencia, y dulce era su aroma que rebosaba fragancia de la vitalidad, mas no supo remediar su libertina lujuria, y terminó con un tallo espinoso y un entristecedor pétalo negruzco, que oscurecía todo ser a su paso.
   Pero su historia no ha hecho mas que empezar... De una semilla surgió y bajo el manto de un sol amigable fue creciendo e impregnándose de la esencia vital que rebosaban aquellos lares. La madre naturaleza le enseño infinidad de cosas sobre las tierras sobre las que yacía, le reveló los misterios mas sorprendentes de un mundo lleno de fantasía y color, la sabia madre tierra y el iluminado sol acogieron a la hermosa flor en su regazo de amor y paz. No obstante, al llegar la noche, todo el color se apagaba, el sol se retiraba al descanso nocturno, y la madre naturaleza era relevada por la gélida esencia de las sombras, acompañadas de la enigmática y seductora luz de la luna. Así pues, la bella rosa se sintió fuertemente atraída por una fragancia totalmente nueva, e ignorando los consejos de la madre tierra transformó su inocente esencia en una sombría existencia.
   Pasó el tiempo y cada vez era mas oscuro y turbio el color de su piel, cada vez era mas frecuente verla merodear a altas horas de la madrugada entre la bruma del bosque con las compañías mas hipócritas, y sin darse cuenta acabó en un circulo vicioso de amargura y sufrimiento. Las lágrimas cristalinas de la ya no tan joven flor, que había perdido toda pureza eran arrastradas por un frío suelo encharcado con el amargo sabor de la tristeza, y la soledad era cada vez mas notoria en la mirada de la lúgubre rosa.
    Las noches de invierno se hacían cada vez mas mas duras, las gratuitas falsas compañías, y las  engañosas sensaciones de placer obtenidas por el brebaje del olvido, eran seguidas por horas y horas de llantos, de depresión y de demencia, un alma errante en la oscuridad, un ánima apagada, un recuerdo ya olvidado por los que antaño le ofrecieron el amor mas sincero.
   Ya era tarde... el último atisbo de esperanza se desvaneció, y la marchita flor se quedo sola... no sabia como escapar de aquella oscuridad, en un paraje gris y nublado, la madre naturaleza desistió, y la luz del sol ahora herido por su orgullo le dio la espalda, dejando a la rosa exiliada en su propia desesperación, y teñida... de un  afligido y desdichado color azabache
   

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